Corrientes de la
Psicología Contemporánea II
Licenciatura y Profesorado en Psicología
-Espacio común-
|
Autor: Lic. Corina Vainstub
Revisado Año 2018
Indice
- Introducción.
- Nota biográfica
- Contexto: Freud, el judío vienés.
- La búsqueda incesante: nacimiento del psicoanálisis.
- Las instituciones y las rupturas: un camino hacia la soledad.
- Adler y Freud, los inicios.
- Freud y Jung: de la fascinación al despecho.
- Culturalistas, la mirada teñida de América
- El Psicoanálisis y su creador en el mundo de la preguerra o “nadie es profeta en su tierra”. El estigma de Moisés.
- Conclusiones
- Cronología
- Bibliografía
- Citas
1. Introducción
Sigmund Freud ha revolucionado la historia del pensamiento hasta nuestros
días. Su influencia abarca no solamente las disciplinas de corte psicológico;
sino también el amplio espectro de las producciones humanas: las ciencias
médicas, la filosofía, la antropología, la literatura, las artes plásticas,
etc.
Es necesario
para entender la obra de este creador indiscutido, acercarnos a su historia.
Inseparables de su pensamiento, los eventos de su vida marcan la dirección de
sus posteriores creaciones. Protagonista de la primera mitad del controvertido
siglo XX, él mismo constituye una figura discutida desde los ámbitos
académico-científicos más exigentes, hasta en el discurso y la práctica
cotidiana y espontánea, aún cuando esto mismo entre en contradicción con el
pensamiento freudiano.
Si intentamos
vislumbrar la inmensidad de su obra, debemos adentrarnos en el complejo
entramado de la historia de un hombre en el seno de esa familia; y esa familia navegando las turbulentas aguas de las vicisitudes
histórico-politicas que marcan, permiten o deniegan, su inserción en una
determinada cultura que se destaca por su arribo a las formas más exquisitas
del arte, la ciencia y el pensamiento, como así también por haber concretado
todas las amenazas del averno.
Vamos a
asomarnos a la mirada de un hombre que vivió su propia existencia naufragando
en ambivalencias propias o compartidas: integrarse
a la cultura germana, asimilándose y al mismo tiempo reconocerse (y sentirse)
parte de una minoría eternamente repudiada; liberar el pensamiento del yugo de
la pacatería y al mismo tiempo, emitir juicios que dan cuenta de una ideología
conservadora que no le permitió admirar el arte de muchos de sus
contemporáneos; proyectarse en el panorama científico de las ciencias y
recluirse en el más oscuro de los encierros;
2. Nota
biográfica
Con jóvenes 16 años, Jacob Freud, el
padre de Sigmund, contrae matrimonio con Sally Kanner, con quien tiene dos
hijos: Emmanuel y Philipp, nacidos en la década de 1830 y fallecidos en 1912 y
1915 respectivamente, citados por Freud con frecuencia en sus cartas. Con ambos
medio-hermanos Sigmund mantiene vínculos a pesar de que ambos emigran a
Inglaterra a edad muy temprana de Sigmund niño.
Viudo de Sally, se casa aparentemente con una segunda esposa,
Rebecca, de quien no se conocen detalles
ni destino y con quien no tiene descendencia.
Luego, en terceras nupcias, con Amalia Nathanson, una mujer veinte años
más joven que él, enérgica y vivaz,
quien será la madre de Sigmund Freud.
Sigmund Freud
nace el 6 de mayo de 1856 en Freiberg,
Moravia, en donde las políticas austriacas de “germanización” de los judíos
eran por mucho más estrictas que en Galicia, de donde los Freud eran
originariamente. Freiberg era localidad
pequeña, de unos 4500 habitantes, en la que su padre desarrollaba actividades
comerciales importando productos agrícolas de Galicia y comerciando lana. Su padre se pliega a la idea de muchos judíos
de la época de abandonar el shtetl[1]y en ese tono
compra una Biblia hebrea en su primera traducción al alemán; la que luego será
obsequiada a su hijo Sigmund en el año 1891, dirigiéndose a él en la
dedicatoria como Schlomo[2].
Sigmund nace
Sigismund, nombre que cambiará él mismo a Sigmund a sus veintidós años, por
considerarlo más mundano y menos ligado a la tradición judía. Además, recibe el nombre hebreo de Salomón[3] su
abuelo muerto poco tiempo antes de su nacimiento.
Freud tuvo cinco
hermanas y dos hermanos. Uno de los hermanos, Julius, nacido antes de que
Sigmund cumpliera un año, muere a los 8 meses. Le siguen: Anna (1858), Rosa
(1860). Mitzi (1861), Dolfi (1862 ), Pauline (1864) y Alexander (1866)
A los tres años
de Sigmund, la familia Freud abandona Freiberg debido a las dificultades
económicas que le aquejan, ya que Jacob no logra hacerse un lugar en el mundo
de los negocios textiles, dirigiéndose a Leipzig primero y a los pocos meses,
radicándose definitivamente en Viena.
Sigmund ingresa en el Sperl Gymnasium de Leopoldstadt [4] en 1865, luego de haber
aprobado el examen de ingreso; una escuela de orientación humanista que habría de dejar una impronta en el joven alumno, quien se mantuvo a la
cabeza de su clase durante todo el período de la formación secundaria,
graduándose con máximas distinciones.
En 1873 ingresa
en la Universidad
de Viena para estudiar medicina. En el mismo año, una serie de desastres
económicos y políticos dan espacio al surgimiento de una fuerte ola antisemita,
que habría de acompañar a Freud durante toda su formación académica.
En la
universidad, su pertenencia hebrea habría de colocarlo en una situación de
desventaja respecto de sus condiscípulos gentiles. En esa misma universidad se
crearon por ese entonces, fraternidades de orientación nacionalsocialista que
descargaban sus prejuicios violentamente sobre alumnos pertenecientes a
minorías, ya se tratara de judíos o extranjeros.
Es sin embargo,
en este ámbito en el que el joven Freud conoce personalidades que habrían de
marcarlo, tanto en lo científico como en lo personal. En el 2° curso, participa
de seminarios de filosofía y lógica dictados por el profesor Brentano. En
Fisiología está cargo de Ernest Von Brücke, quién devendría en amigo personal,
además de importante consejero en los inicios de su carrera, por quien siente
una profunda admiración.
En 1876 recibe
una beca para una investigación de
Anatomía Comparada, lo que le permite
viajar a Trieste (Italia), a proseguir con los estudios acerca de la estructura
gonádica de las anguilas. Von Brücke presenta el trabajo de su discípulo, quien
logra que sus descubrimientos se publiquen en el Boletín de la Academia de la
Ciencia.
Durante estos
años conoce y entabla amistad con Josef Breuer, con quien habría de iniciarse
en el camino de descubrimiento del Psicoanálisis.
En 1881 termina
su carrera, con altísimas calificaciones y continúa trabajando en el Instituto
de Brücke. Comienza su interés por el caso Anna O. y el método catártico.
Mientras estos sutiles cambios operan en la dirección de su carrera, conoce a
quién habría de acompañarlo durante toda su vida: Martha Bernays. En junio de
1882 se comprometen en secreto.
En los años
siguientes, Freud trabaja en el Hospital general de Viena, en Medicina Interna,
Clínica Pediátrica y el departamento de Enfermedades Nerviosas. En este período
se suceden las investigaciones acerca del uso clínico de la cocaína, pero quién
habría de llevarse los laureles por los resultados, fueron sus colegas Koller y Königstein.
En el año 1886
deja definitivamente el Hospital General y obtiene poco más tarde el
nombramiento de Privatdozent en Neuropatología, lo que le permite acceder a una
beca para viajar a Paris, a estudiar con Charcot en L’Hôpital de la
Salpêrtrière, en donde asiste a las célebres demostraciones con pacientes
histéricas realizadas por el Profesor.
A su regreso,
celebra su matrimonio con Martha e instala su consulta privada. Nacen sus
hijos: en 1887, Mathilde; 1889, Martin; 1891, Oliver; 1892, Ernest; 1893,
Sophie; 1895, Anna.
A fines de 1887
Freud empieza a utilizar la sugestión hipnótica con algunos de sus pacientes, asimismo
inicia amistad con Wilhelm Fliess, concretizado en un profundo intercambio
epistolar, que habría de terminar en
dolorosa ruptura en 1902. Esta relación habría de constituir, para
miradas posteriores, en el posibilitador del autoanálisis de Freud.
En 1891 publica
su primer libro, “Sobre la afasia”, el que dedica a su amigo Breuer; además de
tornarlo una figura reconocida en el tema de las parálisis infantiles.
En 1895 publica
Estudios sobre la Histeria en coautoría con Breuer, marcándose así el punto de
partida de una diferente mirada sobre estos fenómenos, que habría de
constituir, aunque bastante más tarde, el psicoanálisis.
En octubre de
1896 muere Jacob Freud, figura importantísima que irá perfilando su influencia
en el hijo, para cristalizarse en toda su ambivalencia, en su obra final,
Moisés y el monoteísmo (1938).
En el verano de
1899 escribe “La interpretación de los sueños”, iniciado por el análisis de uno
de sus sueños en 1895, obra que fuera publicada en noviembre de 1899 y, sin
embargo, llega con fecha de 1900 por razones caprichosas del editor.
Inicia por ese
entonces el recorrido del psicoanálisis, dictando conferencias e iniciando lo
que habría de ser su proceso de institucionalización.
En el año 1902
inicia sus sesiones la Sociedad Psicológica de los Miércoles, una reunión
semanal en casa de Freud, de la que participan entre otros Wilhelm Stekel,
Alfred Adler y posteriormente Sandor
Ferenczi, Otto Rank y, como invitados, Carl Jung, Max Eitington y Ernest
Jones entre otros. Esta sociedad pasa a denominarse Sociedad Psicoanalítica de
Viena, en el año 1908, realizando su primer congreso ese mismo año, en
Salzburgo, primera exposición y reconocimiento público-científico de la obra de
Freud.
Invitados por
Stanley Hall, de la Clark University en Worcester, Massachusetts, Jung,
Ferenczi y Freud, a los que se suman Jones y Brill[5] ya en
suelo americano, en 1909, viajan para pronunciar algunas conferencias en ese
establecimiento.
Al creador del
Psicoanálisis le es concedido un doctorado honorífico.
Luego de
realizado el Segundo Congreso de Psicoanálisis, en Nüremberg, sobreviene la
primera de las resonantes rupturas entre maestro y discípulo. En 1911 rompe con
Alfred Adler, por divergencias teóricas.[6]
En el año 1913
se crea el Comité de los siete anillos, cuyo objetivo era defender a Freud de
los numerosos ataques (teóricos) de sus detractores.[7]
En ese mismo año
se produce la dolorosa ruptura con Jung.
Sobreviene la primera guerra mundial. Martin y
Ernst se suman al llamado militar; su padre continúa investigando, produciendo
y publicando.
En 1923 aparecen
los primeros signos del cáncer de mandíbula, que lentamente lo llevaría a la
muerte, produciéndole en sus últimos años, molestias y dolores importantes,
teniendo que atravesar Freud una treintena de intervenciones quirúrgicas.
En el año 1926,
cuando Freud cumple los 70 años, recibe felicitaciones y tributos del mundo
entero, confirmando su prestigio internacional; sin embargo en Viena no se hace
mención alguna de tal acontecimiento.
En 1930 recibe
el premio Goethe, que lo satisface particularmente por la admiración
públicamente profesada que Freud sentía por el escritor alemán.[8]
Ya a partir esos
años, sus colegas y amigos empiezan a tratar de convencerlo para que abandone
Viena, que ya se perfilaba como un lugar peligroso para los judíos.
Una noche de
mayo de 1933, en el marco de un movimiento estudiantil para liberar la cultura
germana de la influencia judía, que además propone persecuciones y boicots a
profesores, estudiantes y administrativos de origen judío en una veintena de
universidades, los libros de Freud son quemados en la hoguera de la Opernplatz,
en Berlín, por atentar a la moral con su continua referencia al sexo. [9] La cuarta proclama de la lista que justifica la elección
de autores para la destrucción de sus obras, argumenta: “¡Contra el destructivo exceso de valor de
la carnalidad, por la nobleza del alma humana! Entrego a las llamas los
escritos de Sigmund Freud”.
La Sociedad Alemana
de Psicoterapia pasa a manos de los nazis y el editor de su órgano de difusión
pasa a ser nada menos que Jung, quien desempeña la función de la mano de
grandes jerarcas de la propaganda nazi.
En marzo de 1938
Austria es invadida por los nazis; el hogar vienés de los Freud es visitado por
la Gestapo y entonces, gracias a amigos y seguidores de Freud[10], se
gestiona el permiso de salida de toda la familia, que parte el 4 de junio de
ese mismo año con destino a Inglaterra, dejando su amada Viena para siempre.
En septiembre de
1939 fallece Sigmund Freud, en Londres.
3. Contexto:
Freud, el judío vienés.
Su pertenencia al judaísmo, aunque no religiosa, habría de representarle
fuertes ambivalencias, desde joven. En este sentido, aquello que pudo haber
constituido una barrera, una demora, un obstáculo, a la hora de su realización
científica pudo, paradójicamente, habilitarle para tales funciones.
En su temprana
juventud, el joven Freud podía imaginarse ocupando un cargo de ministro, acorde
a sus condiciones intelectuales. No sería el primer judío vienés que ocupara
un cargo político: por primera vez los
judíos participaban de la política oficial en Austria-Hungría, amparados en una
Ley de Igualdad de Derechos, dictada por el liberalismo austríaco. Pero la
ilusión igualitaria duró lo que el liberalismo; cuando éste cae, cesan las
ilusiones de Freud y otros jóvenes brillantes, de ocupar cargos de importancia
en la sociedad.
Freud ingresa a
la universidad y se enfrenta con una realidad absolutamente diferente: un
fuerte movimiento antisemita; grupos xenófobos y discriminaciones a las que
habría de enfrentarse de manera peculiar el resto de su vida.
En el año 1895
asciende Karl Lueger[11] como
Burgomaestre de Viena, antisemita acérrimo, que establece un clima de
discriminación, desprecio y odio a lo judío, tanto que bien podría entenderse
qué cualidades encontró en él el joven Hitler. La propaganda antisemita inunda
publicaciones y movimientos; no obstante, el gobierno del emperador de Austria-Hungría,
Francisco José, es considerado benévolo con el pueblo hebreo y es en esos años
que Viena se inunda de judíos provenientes del Este europeo, escapados de las
atrocidades de la Rusia zarista y sus pogroms[12],
constituyendo luego la clase media baja de entre los judíos.
En el año de
ingreso de Freud a la Universidad, 1873[13], los
desastres económicos que azotaron a Viena (el fracaso absoluto de la Exposición
Mundial, la caída de la Bolsa) despiertan un feroz antisemitismo, expresado
políticamente. Ya no se habla pues de antijudaísmo; se produce un corrimiento de la religión a la raza, con lo que se
elimina de raíz la idea de que de lo religioso se puede abdicar, es posible la
conversión, la no práctica de las tradiciones religiosas. De la raza no se escapa.
El antisemitismo se funda en estas ideas que luego dan legalidad a los
mecanismos de desaparición masivos; ya que no es posible pensar en
conversiones, tal como se hacía en la otrora oscura época de la santa inquisición.
Aún en estas
circunstancias, una gran parte de médicos y profesores de Medicina en la Viena
de Freud eran de origen hebreo, lo que marcaría el inicio del mismo
psicoanálisis que llegó a ser conocido como un “engaño judío”, por parte de los
detractores científicos y de los opositores religiosos.
Toda su vida, la
conciencia de Freud sobre su condición judía estuvo en conflicto con su
material de análisis, conflicto que se plasma con virulencia en su última obra:
Moisés y el monoteísmo.
4. La
búsqueda incesante: nacimiento del psicoanálisis.
En “Historia
del movimiento psicoanalítico”, Freud relata que en ocasión de las conferencias que dictara en
la Clark University, reconoció que, a
pesar de considerar el psicoanálisis obra propia, único representante durante
diez años, el surgimiento del psicoanálisis se debe, en gran parte, a su colega
Joseph Breuer[14]. No
obstante la mención que realiza, quizás en un anhelo de humildad repentino,
Freud sabe –y siente- que la creación es pura obra suya.
Sin embargo, desde el inicio, su
obra está marcada por las contradicciones y la soledad. La soledad encarnada en
las políticas científicas de la época, la soledad de las restricciones
culturales impuestas desde una sociedad pacata y moralista. [15]
El psicoanálisis constituye, en
parte, el resultado de una revolución individual. Una revolución a la luz de
una única vela en un único escritorio. La revolución a contramano del tráfico
disciplinar; alejada de las instituciones legitimadoras del conocimiento.
Al momento de plantear la
etiología sexual de las neurosis[16],
Freud sabía de antemano, que sus detractores se encarnizarían, que aquellos que
observaban con tibieza su recorrido no dudarían en pronunciarse en contra; en
definitiva, que planteos tan escabrosos y reñidos con la moral y ciencia de la
época, no habrían más que despertar antipatías. Si bien es cierto que este
planteo generaría toda suerte de reacciones adversas se transformaría en un
“dogma” a ser defendido por sus partidarios, a pedido del maestro.
No obstante, Freud era hijo de
su época. Fue un hombre de ciencia y la pretensión científica habría de
acompañarlo toda su vida. No se desprende del influjo del positivismo, y adopta
la metodología de la investigación clínica. La Viena médica de Freud está
presente, con absoluta transparencia en los principios de la búsqueda,
conformando parte del cuerpo heredado
del psicoanálisis.
5. Las
instituciones y las rupturas: un camino hacia la soledad
Luego de la gran
crisis personal que le afecta en sus cuarenta años, Freud, amargado por las
reticencias que encuentra en los ambientes académicos, desalentado por el
recibimiento de sus escritos, se encuentra en un momento de soledad, personal y
profesional que lo abate.[17]
Por otra parte, el psicoanálisis
comienza a desprenderse de las manos de su creador: hay que abrirle camino a
nuevos recorridos. Aquellos que se sienten atraídos por esta teoría participan
de la institucionalización de la misma.
Freud deja de estar solo, y en
el mismo acto, inaugura futuras rupturas, cruentas a veces, que habrán de
marcarlo el resto de su vida. En 1902, luego de reiteradas presentaciones, su
anhelo de convertirse en catedrático se ve satisfecho. Por obra de algunos
conocidos y pacientes influyentes, el pedido de nombramiento se cristaliza.
Dice Freud en una carta a Fliess, en el
momento de enterarse de la buena nueva: “…como si su majestad hubiera
descubierto de pronto la función de la sexualidad, la importancia de los sueños
hubiese sido confirmada por el Congreso de Ministros y la necesidad de tratar
la histeria por medio de la terapia psicoanalítica aprobada por el Parlamento…”
“Es evidente que he vuelto a ser
respetable. Los admiradores, que últimamente me habían rehuído, cruzan hoy la
calle, de acera a acera, para saludarme”[18]
En 1902 Adler, Stekel, Rank,
Ferenczi, entre otros, participan de la primera institución creada alrededor
del psicoanálisis: la Sociedad Psicológica de los Miércoles[19],
más tarde Sociedad Psicoanalítica de Viena. De un modo informal, sin
estridencias, se empieza a perfilar un movimiento, bajo la mirada atenta de su
creador, que habría de cambiar el discurso y la práctica de la psicología en
adelante.
Desde esta Sociedad, se realizan los Congresos en
diferentes ciudades; en un intento de llevar la novedad psicoanalítica más allá
de las fronteras de su Viena natal. Del primer Congreso, celebrado en Salzburgo
en la primavera de 1908, surge la primera publicación psicoanalítica, editada
por Bleuer y Freud y dirigida por Jung. Esta revista tendió los ansiados
puentes entre Viena y Zurich, permitiéndole al psicoanálisis la difusión en los
círculos no vieneses (ni judíos) que tanto ansiaba Freud.
Ahora bien, esta Sociedad no protege a Freud de
los ataques de discípulos a lo que considera los ejes de su desarrollo teórico.
Las divergencias son toleradas en tanto no alcancen a corroer los nuevos
cimientos de la nueva ciencia. Tal ocurre con Adler y con Jung, entre otros. En
un primer momento, suavizan las diferencias para formar parte de la
institucionalización del psicoanálisis. En cuanto sus propios nombres toman
relevancia y pueden ser pronunciados sin el respaldo del nombre de Freud, las
diferencias toman dimensiones más reales y alcanzan a dividir el movimiento;
sufriendo éste diversos desmembramientos, que habrían de sumar un precio
emocional alto (sobre todo en el caso de Jung). Es así que se conforma el ya
citado Comité de los siete anillos,
algo así como el escudo personal del maestro, creado por los discípulos más
fieles y cercanos, dispuestos a aceptar su teoría casi dogmáticamente y, sobre
todo, a no someterla a juicios públicos.
6. Adler y Freud, los inicios.
Alfred Adler
(1870-1937) comparte muchos aspectos de su mundo originario con Freud, además
de los intereses específicamente científicos. Ambos judíos, ambos hijos de
padre comerciante: hijos de una misma Viena, de idéntica pertenencia religiosa,
habitaron en el mismo distrito, Leopoldstat, y recibieron instrucción en el
mismo Gimnasium
Ambos se iniciaron en el camino
profesional en la misma universidad, y posiblemente, pocos cambios respecto de
las políticas académicas se habrán presentado entre una y otra permanencia en
los claustros.
Sin embargo, sus recorridos por
idénticos derroteros fue diferente y singular. Al aplicado –y hasta
obsesivo-estudiante que era Freud; se opone un Adler nada notable en la
escuela. Poco interesado, resultó más popular que introvertido, llegando a
militar, en los años universitarios, en un grupo de estudiantes socialistas, en
el que conoce a Raissa Epstein, joven rusa estudiante en Viena, con quien
posteriormente contrae matrimonio.
Su tendencia ideológica marca el
inicio de su actividad profesional. Una vez médico, se establece en lugares de
población marginal o carenciado, siendo sus habitantes el grueso de los
pacientes del joven Dr. Adler. Entre ellos se encuentran los artistas
circenses, que armaban sus espectáculos en un predio cercano, el Prader.
Su inclinación hacia la
psiquiatría hace que Adler pase a formar parte del grupo de trabajo de Freud,
que inicia sus reuniones en 1902, el que más tarde constituiría la Sociedad
Psicoanalítica de Viena. Ya en ese entonces, Adler daba importancia a la
inferioridad orgánica, lo que no entra en conflicto con el maestro, pero cuando
hace hincapié en el instinto agresivo, Freud rechaza la propuesta de Adler. Aún
así, fue el propio Freud quien lo propone como presidente de la Sociedad
psicoanalítica de Viena, hasta que Adler decide separarse del movimiento, junto
a algunos partidarios, y crea la Sociedad para el Psicoanálisis Libre, en 1911,
para llamarse luego, y definitivamente Sociedad de Psicología Individual.
Sin alcanzar jamás los ribetes emocionales
que distinguieron la ruptura entre Freud
y Jung, la ruptura con Adler fue también dolorosa para Freud, en términos de
sentir traicionada su teoría.
Según el creador del
psicoanálisis, Adler acaba por negar absolutamente la importancia de la sexualidad,
dejando la formación del carácter y las
neurosis, libradas al influjo del afán de superioridad y la compensación delas
inferioridades, que inicialmente fueron constitucionales.
Dice Freud: “La teoría adleriana
fue, desde un principio, un “sistema”, categoría que el psicoanálisis ha
evitado siempre, cuidadosamente”[20].
En el recorrido que Freud plantea por el desarrollo de su propia teoría,
reconoce a Adler el lugar de discípulo “extraviado”, aunque sin atribuirle las
características personales de poca honestidad, tal como hace respecto de Jung.
En muchas ocasiones, Freud
reconoce los aportes adlerianos, sobre todo en lo que hace a la psicología del
Yo, aunque el afán del Adler lo haya conducido, inevitablemente, hacia el lado
equivocado: “Así como la investigación adleriana trajo al psicoanálisis algo
nuevo, un trozo de psicología del Yo, y quiso hacerse pagar demasiado caro tal
presente, con la renuncia a todas las teorías analíticas fundamentales…”[21]
Adler, por su parte, alinea a
Freud con una serie de psiquiatras que han hecho aportes valiosos al campo de
la psicología, posibilitando y abriendo el camino para el advenimiento de la
Psicología Individual, a decir de Adler: “Nuestra
psicología individual se coloca decididamente en el terreno de la evolución y,
a la luz de la misma, considera todo anhelo humano como una gran tendencia
hacia la perfección.”[22]
No se abstiene
de efectuar sus críticas al psicoanálisis y a su creador, claro que sin la
violencia de los desencuentros personales que marcarían el posterior
alejamiento de Jung. Escribe Adler del Psicoanálisis: “este tiene, empero, el
inconveniente de haber resucitado, bajo apariencia científicas, antiguos
conceptos mitológicos. Así la libido sexual desempeña el oficio de omnipotente
guía del destino humano”.[23]
Los pilares de
la nueva corriente que propone Adler son, pues, en palabras de su iniciador,
el sentimiento de inferioridad, la
tendencia hacia la superación y el sentimiento de comunidad, dejando de lado la
concepción de libido tradicional, relegando el inconsciente a una cuestión de
temporalidad, no de eficacia y sustituyendo el lugar de la sexualidad por
conceptos culturalmente concebidos.
7. Freud y Jung: de la fascinación
al despecho.
Grandes discusiones se sucedieron en los momentos en que el psicoanálisis
comienza a desprenderse de las manos de su creador y la necesidad de
institucionalizar lo descubierto toma prioridad. Aquello que nacía de las
mentes e investigaciones de unos pocos vieneses relegados por la legalidad del
saber científico de la época debía encontrar cauces para fluir por fuera del
íntimo círculo de su creador. Es entonces cuando las expectativas de Freud se
centran en el joven psiquiatra suizo Carl Gustav Jung[24].
Muchos de sus discípulos se oponen al anhelo del maestro. La desconfianza se
basa tanto en las evidentes disidencias entre ambos hombres, y menos
explícitamente, en la antipatía y celos que despertaba el privilegio del que
gozaba el extranjero a los ojos del “padre”.
Jung, fascinado
por la lectura de “La interpretación de los sueños” inicia una relación
epistolar con Freud, que habría de ser prolífica, anticipando los encuentros
personales extensísimos entre los dos hombres.
Jung, hijo de un pastor protestante, conoce tempranamente las cuestiones
religiosas, las sagradas escrituras, las costumbres, etc. Posteriormente, en su
obra, estos primeros conocimientos habrían de integrarse en el profundo interés
de Jung acerca de lo oculto, de lo místico, además de fusionarse en la teoría
del Inconsciente Colectivo y sus arquetipos, como dominios compartidos
transpersonalmente por los hombres de una misma herencia cultural, presente
–molde potencial, forma inmaterial- en los mitos, el folklore y las creaciones
culturales.
En febrero de
1907 Jung visita por primera vez a Freud, en Viena. El encuentro dura unas 13
horas y ya allí se explicitan, a medias, algunas de las diferencias que habrían
de precipitar la ruptura. Ya entonces, Freud elige a Jung como su “príncipe
heredero”, no solamente por la honda impresión personal que éste le causa, sino
porque en ese momento el psiquiatra suizo constituye el camino más exitoso para
trasponer los muros del guetto vienés
y darse a conocer al mundo, desde una Zurich centroeuropea y, sobre todo, no
judía.
No son del todo
compartidas las impresiones del maestro por su grupo vienés, en quienes la
predilección manifiesta de Freud por Jung despierta celos y encono. Freud se
ve, en varias oportunidades, necesitado de poner paños fríos sobre la
virulencia de las opiniones.[25]
A principios de
1909, Freud escribe a Jung: “Usted será el que, como Josué, si yo soy Moisés,
tomará posesión de la tierra prometida de la psiquiatría”
En ese mismo
año, Jung realiza junto a Freud y
Ferenczi el citado viaje a Estados Unidos, durante el que se sucede una famosa
escena en que el relato de un sueño de Jung es interpretado por Freud como la
expresión de su deseo de “verlo muerto”. Freud lo interpreta como el deseo
inconciente de Jung de destituirlo, siendo
el que encarna la autoridad paterna y Jung le da el sentido contrario:
interpreta algunas reacciones de Freud, como el negarse a aceptar ciertas
interpretaciones, como defensas, pobres y desesperadas, ante la posibilidad de ver perdido el mando, como un viejo
cacique que ha perdido la autoridad.
No obstante, es
Freud quien propone a Jung como presidente de la Sociedad Psicoanalítica, hecho
que luego se reprocha: “No sospechaba yo, que a pesar de todas las ventajas
indicadas, había de resultar mi elección desdichadísima , por recaer en una
persona tan incapaz de soportar la autoridad de otra, como de imponer la suya,
y cuya energía se consagraba por entero a la más desconsiderada persecución de
sus propios intereses.”[26]
Las
divergencias, en principio teóricas, que fueron preanunciando el alejamiento de
maestro-discípulo residían fundamentalmente, en la conceptualización de la
libido. Para el creador del psicoanálisis, la libido es de carácter sexual y es
lo que va a posibilitar plantear la importancia de la represión. Jung reniega
de esta restricción y asume la generalidad y pluralidad de la libido,
tornándola una especie de energía vital.
En lugar de
psyche, Jung esgrime alma, del latín anima, después uno de los términos del par ánima-animus. Con respecto a la cura,
Jung propone algo parecido a lo que
sostiene cuando trata de la maduración o del proceso de autorrealización –parte
de la perspectiva teleológica del autor suizo- “En la medida en que el
tratamiento analítico ofrece la sombra consciente, abre una grieta y una
tensión entre los contrarios que a su vez buscan equilibrarse en una unidad.
Son los símbolos quienes van a operar la ligazón” Para Jung, siempre se trata
de la búsqueda de simetría entre los
contrarios, no en términos de lo que
plantea Freud, esta lucha constante de represión-retorno de lo reprimido.
Para Freud, Jung
intentó traducir los hechos analíticos a lo abstracto, renegando de la
importancia de lo que tanto sufrimiento al movimiento psicoanalítico le había
costado conquistar: la sexualidad infantil y al complejo de Edipo. Para él
siempre fue incomprensible la afición de Jung por aquellas cuestiones lindantes
entre la ciencia y el ocultismo.
Jung fue acusado
durante mucho tiempo de antisemitismo. El mismo debió ofrecer disculpas a
personas importantes de la comunidad judía de posguerra, admitiendo (con mucha
laxitud) “haberse dejado llevar”. Sin embargo, estas cuestiones existieron
siempre, sumergidas en la primera pasión de vínculo Jung-Freud. Al menos éste
último lo reconoce de esta manera, cuando intenta justificar el desprecio que
Jung siente por los miembros de la sociedad (psicoanalítica) vienesa. Supone
que en la descortesía de Jung para con algunos de ellos (Abraham, Ferenczi)
esconde una desviación de los prejuicios antisemitas hacia él mismo, que no
pueden ser explicitados en el marco de la relación y se desvían. No obstante,
los años duros –ideológicamente- de la preguerra (década del ’30) habrían de
mostrar aquellas facetas que Freud intentó justificar en un principio.
En un artículo
del año 1934, para psiquiatras “arios”, Jung escribe: “Es evidente que uno no
puede aceptar que Freud o Adler sean representantes válidos de la humanidad
europea… Los judíos tienen una peculiaridad que comparten con las mujeres: como
son más débiles físicamente tienen que buscar la brecha en el armazón de sus
adversarios.” Hay que tomar en cuenta el año de la publicación, 1934, en el que
ya el nacionalsocialismo de Hitler había arribado al poder en Alemania y con
declaraciones de esta naturaleza es muy difícil efectuar una lectura ingenua:
cualquier persona, más aún alguien con la inteligencia e intuición de Jung,
estaba al tanto de que cuestiones como estas contribuían a la lucha demente por
eliminar, asesinar, las diferencias – en realidad los diferentes-
que marcan con crueldad inusitada la década.
Continúa en el mismo escrito: “La raza judía [27],
según mi experiencia, posee un inconsciente que sólo permite una comparación
limitada con el ario. El inconsciente ario tiene un potencial mayor que el
judío…” “… Ha sido un gran error de la psicología médica el aplicar categorías
judías, que no son válidas ni para todos los judíos, a cristianos, germanos y
eslavos.” “El (Freud) no conocía el alma teutónica mucho más de lo que la
conocían sus seguidores en Alemania. ¿Será el poderoso fenómeno del
nacionalsocialismo, al que todo el mundo contempla con asombro, el que tendrá
que enseñarles?” Es inevitable leer con dolorosa perplejidad, la cínica
claridad de lo que sería, apenas unos años después, esa enseñanza.
Esta
presentación de Jung, muchísimo más amplia, vio la luz en una publicación,
coeditada por el Dr. M. Göring, primo
del célebre Göring, publicista de Hitler.
Aceptar que un
hombre culto como Jung adoptara el lenguaje oficial (y absolutamente discriminatorio),
al hablar de raza aria, nos lleva a
presuponer un cierto, al menos, acuerdo ideológico, ya que en términos etnológicos carece de
sentido. No hay tal raza aria, que en realidad designa un grupo idiomático. Lo
ario se transforma en raza cuando es oficializado por la jerga (y fuerza) del
poder nazi.
Es así que la
ruptura de Freud y Jung, conlleva, además de las diferencias teóricas que
separan las aguas, un agregado emocional importante. El desprecio y decepción
mutuos continuaron y se agriaron con el paso de los años.
En “Introducción
al psicoanálisis” Freud escribe: “…interesantísismas explicaciones de los
oscuros síntomas de la demencia precoz, publicadas por C.G.Jung en la época en
que este autor no era todavía más que psicoanalista y no pretendía arrogarse la
categoría de profeta..”[28]
8. Culturalistas,
la mirada teñida de América
El psicoanálisis que, como ya
explicamos, gozaba desde sus inicios de partidarios en los Estados Unidos[29],
encuentra en el nuevo continente adeptos dispuestos a seguir por los derroteros
que propone y plantear nuevos caminos, aún a costa de perder el respaldo del
movimiento psicoanalítico oficial.
Entre ellos se encuentran Karen
Horney, Harry Stack Sullivan y Erich Fromm[30],
el grupo denominado “Culturalistas”. Neofreudianos de formación, sostienen que
los factores culturales son determinantes a la hora de plantear la neurosis y
la formación del carácter.
Horney y Fromm, ambos alemanes,
emigran a Estados Unidos, trayendo consigo una experiencia cultural importante,
de profundas raíces europeas. Ambos emigran con la especialidad en
psicoanálisis, obtenida en el Instituto Psicoanalítico de Berlín.[31]
Karen Horney, de soltera Karen Danielson, se
analiza con uno de los personajes importantes del primer psicoanálisis; K. Abraham,
pero ya en ese entonces las interpretaciones freudianas no acaban de
satisfacerla. Una vez en Estados Unidos,
la vertiginosa cultura americana; la necesidad de superar la profunda crisis
del ’30, la ponen en contacto con algunas nociones que terminan por pulirse y
completarse en tierra americana, bajo el amparo de las instituciones que ella
misma contribuye a crear o a sostener, como Directora del Instituto Psicoanalítico de
Chicago, del que también participa Fromm, y más tarde, en 1941, fundando el
Instituto Norteamericano de Psicoanálisis.
Para Horney, pues, con el sello
que marca el pensamiento de los culturalistas, lo determinante de las neurosis
son las condiciones culturales y no las dificultades de control pulsional, que
propone la mirada psicoanalítica ortodoxa.
Dice Horney: “Uno de los
criterios aplicados para llamar neurótica a una persona es el de si su manera
de vivir coincide con algunos de los tipos de conducta aceptados en nuestra
época.” [32]
Las Neurosis constituyen, para
esta autora, un intento de control interpersonal y adaptación. Si bien reconoce
la incidencia de conflictos emocionales infantiles, esta dimensión no reviste
necesariamente carácter sexual[33];
siendo la ansiedad, la base del trastorno neurótico. Y propone también una
diferenciación entre carácter y situación neurótica, en que la ansiedad estaría
ligada a un conflicto particular, y no en relación a la ansiedad básica, como
en el carácter neurótico. La importancia de la cultura en relación a lo
normal/neurótico, es así explicada: “… Conociendo nuestras condiciones
culturales de vida, nos será fácil llegar a una comprensión harto más profunda
del carácter especial de los sentimientos y las actitudes normales y siendo las
neurosis desviaciones del tipo normal de conducta, también ellas podrán comprenderse
mucho mejor”.[34]
Se considera a Karen Horney una
pionera en los planteos de una
psicología femenina que refuta la supremacía masculina (en términos psíquicos)
y su regencia en la organización psíquica de las mujeres. Difiere de Freud en
su planteo de la envidia del pene, proponiendo una operación contraria: la
envidia masculina de la capacidad creadora de la mujer. El nombre (hombre) es
la letra que rubrica el producto, que lo inscribe, pero no quién lo habilita a
la vida desde su inicio.
Erich Fromm, judío como Freud,
pero criado en la ortodoxia de una familia practicante, tendrá desde sus
primeros años, un marcado interés social que impregna toda su obra.
De las fuentes que se nutre, que
son varias, rescata el estudio sistemático que realiza con dos rabinos, uno
místico y el otro, socialista. De allí las fuertes convicciones sociales que
habrían de guiar su recorrido, inspirado en sus maestros, y la fuerte crítica a
la sociedad capitalista, herencia de esas primeras formaciones. Una segunda
fuente, la constituye la teoría de Marx, a la que supone desvirtuada y
malinterpretada por Stalin.
Con un verdadero espíritu de
búsqueda, Fromm intenta encontrar en su obra un camino convergente para los dos
gigantes que lo impresionan: Psicoanálisis y Marxismo.
Esa búsqueda marcará toda su
vida, llegando a interesarse por el sistema espiritual del budismo, y por el
desarrollo de diversas formas culturales. Su propia existencia se desarrolla a
ritmo de su obra, estudiante de Psicología, Sociología y Filosofía en la
Universidad de Heidelberg; se vuelca a la psiquiatría en la Universidad de
Munich. En el año 1934 emigra a Nueva York, se establece en México en 1949 y
muere en Suiza, en 1980.
El interés fundamental de Fromm
radica, y está presente en todas sus obras, en realizar un análisis exhaustivo
de la naturaleza de las relaciones individuo-sociedad.
Conocido mundialmente por obras
como “El arte de amar” o “El miedo a la libertad”, Fromm representa la
expresión idealista de una generación en continuo debate; sus ideas acerca del
amor, la libertad, la soledad, los
vínculos etc. hacen de la suya una visión crítica de las sociedades
contemporáneas en las que inclusive el amor se convierte en una relación
mercantil; la seguridad del mundo industrializado termina por asfixiar al yo,
al individuo que se pliega por lo aterrador de la soledad que trae aparejada la
libertad. Dice Fromm: “La existencia humana y la libertad son inseparables
desde un principio. La noción de libertad se emplea aquí no en el sentido
positivo de “libertad para”, sino en el sentido negativo de “libertad de”, es
decir, liberación de la determinación instintiva de obrar.”[35]
Lo que dejaría al hombre
moderno, (en sincronía con Viktor Frankl que apunta a una “horfandad” similar:
pérdida de lo instintivo y el bagaje de valores y tradiciones como guía de la
existencia humana), en las condiciones que así describe: “A pesar de su disfraz de optimismo, el
hombre moderno está abrumado por un profundo sentimiento de impotencia que le
hace mirar fijamente y como paralizado las catástrofes que se le avecinan”[36]
Con ribetes casi teatrales, la
afirmación siguiente describe magistralmente la situación humana: “Cae en la
cuenta de que le ha tocado un destino trágico: ser parte de la naturaleza y sin
embargo trascenderla.” [37]
La problemática se sitúa, para
este autor, siempre en la frontera dialéctica entre hombre y sociedad, así es
que es posible entender la patología en este marco.
“Si el individuo está o no está
sano, no es primordialmente un asunto individual, sino que depende de la
estructura de su sociedad. Una sociedad sana desarrolla la capacidad del hombre
para amar a su prójimo, para trabajar creadoramente, para desarrollar su razón
y su objetividad, para tener un sentimiento de sí mismo basado en el de sus propias
capacidades productivas.”[38]
Define las sociedades insanas,
asegurando luego que una sociedad recorre- en sus actores- ambos caminos: la
salud y la enfermedad.
“Una sociedad insana es aquella
que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en instrumento de
uso y explotación para otros, que lo priva del sentimiento de sí mismo, salvo
en la medida en que se somete a otros y se convierte en un autómata. La
sociedad puede desempeñar ambas funciones; puede impulsar el desarrollo
saludable del hombre y puede impedirlo…”[39]
En el pensamiento de Fromm encontramos
las piedras fundamentales de la psicología humanística-existencial.
Stack Sullivan, quizás el menos
popular de los culturalistas, o más precisamente el menos conocido, comparte
básicamente con los autores anteriores, no sólo el espacio y tiempo de sus
actuaciones[40],
sino el papel preponderante que otorga a la cultura y sus condiciones en las
determinaciones del individuo.
Para él, la personalidad se construye en las
relaciones interpersonales, en su interjuego. Comprender al sujeto implica en
Sullivan la mirada cultural, como en Horney, ya que la patología es entendida
en relación a los determinantes culturales en juego.
La personalidad se constituye en
estos patrones interaccionales vinculares que se inscriben psíquicamente,
centradas en el sistema del sí-mismo,
con fines defensivos frente a la ansiedad, que se configuran en la adultez como
sus formas de vivir el mundo y los otros.
Los llamados culturalistas,
pues, constituyen una bisagra, una puerta posible para integrar la cultura
humana al desarrollo de la criatura humana, en el marco de lo psicoanalítico
pero sin lo que interpretan como sus restricciones.
Es en un clima turbio y cambiante en el que Freud vive toda su vida,
encarnando él mismo las ambivalencias de un joven judío, admirador de la
cultura alemana de la que se siente parte, y profundamente identificado con el
ser judío, de una manera no practicante pero definitoria. Estas dualidades ya
se perfilan en otras mentes brillantes que encarnan la misma lucha: desde
Spinoza[41],
pasando por Kaffka[42],
Mahler[43],
Stefan Zweig[44].
En sus épocas de
estudiante universitario, empujado por estas corrientes internas encontradas,
cambia su nombre, originalmente Sigismund
Salomon[45] por Sigmund.
El nombre Sigismund era usado frecuentemente en los chistes antijudíos.
A sus treinta y
cinco años, edad que determina la entrada en la madurez para los judíos del
este europeo, que se habilitan entre otras cosas, a la lectura de las letras
prohibidas (cabalah), el padre de Freud le obsequia un libro muy particular y
con un fuerte significado: su propia biblia. Llamativamente, tiene una
dedicatoria en hebreo: “A mi querido hijo, Salomon. Fue en el curso del séptimo
año de tu vida cuando el espíritu del Señor te incitó a estudiar. Diría yo que
el espíritu del Señor te habló así: Lee mi libro, aquí se te harán accesibles
las fuentes del saber intelectual…” [46], lo
que confirma la suposición que Freud había recibido instrucción en ese idioma.
Como el obsequio elegido para el hijo que ya se perfilaba como un científico,
la figura de Jacob fue para Freud fuente de dolorosas ambivalencias, aún en lo
referente a cuestiones culturales. Su padre, judío, poco instruido, poco amante
de los libros, es quien le regala EL
libro, y quien le acerca, tempranamente (a los siete años) al universo
de las letras, anticipación de su pasión por los textos. De alguna manera, su
padre, en él, es quien aleja y quien sujeta a las tradiciones de las que quiere
desligarse –sin lograrlo- y las tradiciones que admira profundamente, el
clasicismo griego y romano, las que no lo incluyen debiéndose ubicar en el
lugar del espectador embelesado. En un ambiente en el que aún es posible
encontrar judíos que reniegan de su condición para asimilarse a la cultura
gentil, el joven Freud, ateo y ferviente partidario de la ciencia, se encuentra
indisolublemente ligado a lo judío, representada esta contradicción en el acto
del obsequio de la biblia.
Aún allí, en que
sus aficiones y sus preferencias se proyectaban a la cultura griega y romana, a
autores como Goethe, por derecho propio el Cervantes alemán, su vida transcurre
ligada a instituciones del judaísmo como las
mitzvoth (mandatos judíos)
traducidas en la pasión talmúdica hacia
el estudio, los deberes familiares, el deber de la solidaridad que hace que
Freud prodigue ayuda material a sus discípulos
más necesitados, aún cuando las propias condiciones económicas de su existencia no fueran las óptimas para
brindar tales ayudas. Theodor Reik y Otto Rank recibieron este tipo de ayuda
durante tiempo prolongado. E inclusive
sus vínculos con asociaciones como la Bnei-Brith[47], a pesar de las
profundas divergencias en lo religioso, permanecen intactos durante décadas,
siendo miembro hasta su muerte y miembro activo durante 20 años, habiéndose
constituido en el pilar social de un Freud amargado, desclasado y solitario
entre los 40 y los 50 años. Frisando
los 50[48],
su amistad con Fliess, importantísimo sostén de su propio recorrido, está rota
definitivamente; sus apuros económicos no se alivian y se encuentra solo,
sumergido en luchas intestinas en el movimiento que ha creado. Tiempo después,
gozando ya del reconocimiento de sus contemporáneos, sabiéndose admirado por
personas tales como Tomas Mann[49],
Zweig e incluso Albert Einstein, desempolva su proyecto acerca del Moisés,
figura que lo obsesionara desde joven.
En sus varios viajes a Roma
visita la estatua del Moisés, obra del gran Miguel Ángel, a la que contempla
con las mismas sensaciones de ambivalencia que más tarde habrían de marcar su
propia obra sobre el profeta hebreo. Fascinación y terror, tanto que hubo
ocasiones en que huía de la mirada marmórea y encolerizada del gigante: “…iba a
sentarme ante la estatua en espera de verla levantarse con violencia, tirar las
Tablas a tierra y descargar toda su cólera”.
En los últimos años de su vida,
sufriendo las constantes dolencias que su enfermedad le impone, viendo como sus
amigos y discípulos de toda la vida morían o partían, siendo testigo de los inicios de una era
infausta que borraría del mapa a muchos como él [50]la
figura de este Moisés se torna un imán para el viejo estudioso, le reedita la
pregunta acerca del odio eterno a los judíos, del mismo odio que encontró en
todos los tramos de su vida y que definió, en gran parte, la dirección de su
propia vida.[51]
Su última obra, este Moisés
incierto aún para su autor, hubo de poner de manifiesto, aún veladamente, la
historia de su propia existencia. La historia de su filiación en relación a Jacob,
el que recoge el gorro del barro, a quien el tiempo le torna parecido en
rasgos. Y marca, además, la última de sus rebeldías. Sostenido bajo inciertas y
hasta improbables hipótesis (el asesinato de Moisés por parte de los judíos),
se plantea el ser-extraño-de su-propio-pueblo; la caída del héroe venerado, la
pertenencia y la doble pertenencia. Su Moisés actualiza su propio debate,
constante y antiquísimo, de ser parte del patrimonio de la humanidad, con los
orígenes en el fango, cual gorro religioso, y obedecer a “lo misterioso” que
vuelve a definir su identidad, una y otra vez, aún en el vano de lo que sabe,
será, la última puerta.
En una carta de octubre de 1938 [52]escribe:
“Mi librito, que actualmente está en la imprenta, lleva el título de Moisés y el monoteísmo… es esencialmente secuela y prolongación de otra obra, que
publiqué hace 25 años, Totem y Tabú…No
preciso aclararle que tampoco me gusta ofender a mi propio pueblo. Mas ¿Qué
puedo hacer? me he pasado toda la vida defendiendo lo que consideraba como
verdad científica aún cuando resultara poco cómodo y desagradable para mis
congéneres. y no voy ahora a terminar mi vida con una deserción.”
Sin embargo, del Moisés, dicen
aquellos quienes mejor conocieron a su artífice, que de haber podido siquiera
imaginar lo que vendría apenas después, su última (y más controvertida) obra
jamás hubiese visto la tinta de la impresión. De haber el propio Freud
imaginado el despojo, en todos los sentidos, a que serían sometidos los mismos
judíos, no se hubiese atrevido a infligir el duro golpe de derrumbar (se/les) una
leyenda.
10 Conclusiones
El psicoanálisis cambia el orden el mundo occidental, dejando al hombre a
merced de fuerzas psíquicas ocultas, que le impiden el absoluto control de sí
mismo, le proveen de un saber muy limitado y le traicionan constantemente,
haciéndolo fracasar en su pretensión de saber.
El propio Freud,
expresión de los conflictos de una época, vértice de corrientes profundas y encontradas
que le marcaron la dirección de su obra-vida. Solo en contra de las
concepciones de la época, sus descubrimientos de la psicología del
inconsciente, el papel de la sexualidad y la infancia, constituyen una empresa
épica: arremeter contra lo amurallado. A modo de uno de los personajes que más
admirara, Freud se yergue como un quijote solitario enfrentado a los molinos de
viento, sólo que los molinos fueron las construcciones científicas de la época.
Para otros, sin embargo, Freud participa a toda una comunidad de una especie de
mentira armada, de un castillo de naipes erigido sobre arenas movedizas y
volátiles.
Hay que
reconocer, sin embargo, que una valentía y un tesón extraordinarios mantuvieron
su sed de conocimientos durante toda su vida, aún cuando no le permitieron ver
lo vedado.
Su doble
pertenencia, una fuerte y resistente, hecha de sangre y tradiciones, resistió
los embates de sus íntimas rebeliones contra el dios de sus ancestros; no de
quebró ni siquiera ante el Moisés, ese extranjero de su propio pueblo, en una
ajenidad de esencia, que en realidad, se valora como una trasposición
mítico-simbólica de sí mismo. Es también, una respuesta demorada a la
resignación del /los padres. No perpetuar la servidumbre, aún a costa de
perder, mejor dicho, de cambiar, en el camino, la propia herencia.
La otra gran
influencia, una luz cegadora desde la Acrópolis de su adolescencia, admirada
con la reverencia y la distancia que se guarda ante aquello no familiar.
Los nombres que
elige para sus hijos dan cuenta de esta doble ligadura cultural. Sus hijas:
Anna por Anna Hammerschlag, la hija de su viejo profesor de hebreo; Sophie, el
nombre de una sobrina de Hammerschlag y Mathilde, el de la Sra. Breuer. Sus hijos, en otra dirección, se llama
Martin, por Charcot; Ernst, por Brücke y Oliver por Cromwell[53].
Hijo de una
ciudad que no lo reconoce, es bastardo de su propia ciudadanía, como lo fue
para los estamentos de la ciencia académica.
Freud lo relata de esta manera: “Pero la ciudad de Viena ha hecho
también todo lo posible por negar su participación en la génesis del
psicoanálisis. En ningún otro punto se hace tan claramente al analítico la
hostil indiferencia de los centros de cultura.”[54]
En 1936, como
motivo de su 80° aniversario, personalidades de todas las ramas de la ciencia y
la cultura le brindaron sus calurosas felicitaciones. Mientras escritores de la
talla de Romain Rolland, H.G. Wells, Virginia Wolf y Thomas Mann le expresaban
sus buenos deseos, su Viena permaneció al margen de todo agasajo. Freud ya era,
en ese entonces un personaje políticamente inadecuado, portador de un potencial
conflicto con los intereses del gobierno austriaco.
En 1936 los
periódicos vieneses tenían terminantemente prohibido citar a Freud, so pena de
ofender al régimen nazi.
Después de
resistir mucho tiempo a la insistencia de sus allegados y admiradores, acepta,
por fin, emigrar a Londres junto a su familia. Mientras atravesaba el Canal de
la Mancha, le relata a uno de sus hijos:
“Soñé que desembarcaba en Pevensey”. Al modo de todas las producciones
freudianas, este sueño trae aparejada una significativa historia: En el puerto
de Pevensey desembarcó Guillermo el Conquistador[55] en
1066, para luego conquistar el reino inglés. A modo de un conquistador, desde
la ciencia, de territorios oscuros, peligrosos e inexplorados, en junio de
1938, Freud llega a Inglaterra y es recibido como un héroe.
Admirado o
repudiado, Freud constituye un capítulo obligatorio en la historia de la
psicología.
Freud mismo
sostiene haber propinado el tercer y más duro golpe al narcisismo del Hombre,
centro del universo. Primero Copérnico, después Darwin y ahora él, desamparando
al hombre de la ilusión del poder superior de la razón.
Su visión, su
capacidad de trabajo, su inmensa cultura y la manera en que logró transmitir
los productos de su creación, constituyen la mirada más original acerca de la
naturaleza humana, en el siglo XX.
Si realizáramos
una encuesta acerca de quiénes constituyen una revolución, en cualquier orden
del pensamiento, la ciencia o la cultura, en el siglo XX[56],
seguramente, uno de los primeros nombres que acudirían a nuestra mente sería el
suyo: el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud.
1856- Nace Sigmund Freud, en Freiberg,
Moravia.
1859- Los Freud se mudan a Leipzig.
1860- Los Freud se radican definitivamente en Viena.
1865- Freud accede al Sperl Gymnasium, en Leopoldstat,
aprobando el examen de ingreso.
1873/74 - Se gradúa del Sperl Gymnasium con las máximas distinciones. Entra a la
Universidad de Viena a estudiar medicina. En el segundo año, 1974, conoce
a Ernst Brücke, profesor de Fisiología.
1876- Le otorgan una beca para viajar a Trieste a estudiar la estructura gonádica de
las anguilas, desde el Instituto de Anatomía Comparada, del Prof. Claus.
1878- Los resultados de una de las investigaciones de Freud son publicados por
el Boletín de la Academia de Ciencias, por influencia de Brücke. Conoce a
Breuer.
1881/82- Da su último examen con altísimas calificaciones. Obtiene un nombramiento
en el Instituto de Brücke. Se interesa por Anna O. y el método catártico. En
abril de 1882 conoce a Martha Bernays. Ingresa en el Hospital General de
Viena. Se inicia en cirugía, luego en Medicina Interna, a cargo del Prof.
Nothangel.
1883/84- Se traslada a la Clinica Pediatrica en el mismo Hospital, bajo las órdenes del
Prof. T. Meynert. Ingresa en el Departamento de Enfermedades Nerviosas.
1885/86- Es nombrado Privatdozent en Neuropatología. Viaja a Paris, a estudiar con
Charcot en L’Hôpital de La Salpertrière. En setiembre de 1886, se casa con
Martha Bernays.
1887- Nace Mathilde, la hija mayor de Freud. Inicia amistad con W. Fliess.
Comienza a utilizar la sugestión hipnótica.
1889- Nace Martin, hijo de Freud
1891- Nace Oliver, hijo de Freud. Publica su primer libro “Sobre la afasia”,
dedicado a Breuer.
1892- Nace Ernst, hijo de Freud
1893- Publica un ensayo, junto con Breuer “El mecanismo psíquico de los
fenómenos histéricos”. Nace Sophie, hija de Freud.
1895- Publica “Estudios sobre la Histeria”, con Breuer. Nace Anna, hija de Freud.
1896- Fallece Jacob Freud, el padre de Sigmund.
1898- Publica “ La sexualidad en la etiología de las Neurosis”.
1899- Escribe “La Interpretación de los sueños”, que es publicado con fecha 1900.
1900- Freud dicta una serie de conferencias sobre los sueños, en la Universidad.
1901- Visita Roma, junto a su hermano Alexander. Atribuye gran importancia a
este viaje.
1902- Comienza la Sociedad Psicoanalítica de los Miércoles. Viaja nuevamente a
Italia con Alexander. Rompe con Fliess.
1904- Publica “Psicopatología de la vida cotidiana”. Viaja a Grecia, también con
su hermano.
1905- Publica “El chiste y relación con el Inconsciente” y “Tres ensayos sobre una
teoría sexual”.
1906- Inicia el intercambio epistolar regular con Jung.
1907- Jung visita a Freud, también Eitingon, Abraham y Frenczi. Publica un
estudio sobre la Gradiva de Jensen. En Zurich se funda la Sociedad Freud.
1908- La Sociedad Psicoanalítica de los Miércoles se llama ahora Sociedad
Psicoanalítica de Viena. Celebra su primer congreso en Salzburgo.
1909- Se casa Mathilde, su hija. Viaja a los Estados Unidos, a la Clark University.
1910- 2° Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Nuremberg.
1911- Rompe con Adler. 3° Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Weimar.
Funda la revista Imago.
1913- Publica “Totem y Tabú”. Se fundan en Budapest y Londres las sociedades
psicoanalíticas, bajo la dirección de Ferenczi y Jones, respectivamente.
Se crea el Comité de los Siete Anillos. Rompe con Jung
1914- Nace el primer nieto de Freud, hijo de Sophie. Martin y Ernst se alistan por
la guerra.
1915/17- Publica las “Conferencias Preliminares”.
1920- Muere Sophie, hija de Freud. Se inaugura la Policlínica de Berlin, el mayor
centro psicoanalítico hasta entonces.
1923- Aparecen los primeros síntomas del cáncer que lo llevaría a la muerte. Se
opera y es la primera de 33 operaciones. Publica “El yo y el Ello” y algunos
ensayos, entre los que está “La organización genital de la libido”.
1924- Publica “Neurosis y psicosis”, y “El problema económico del masoquismo”.
1925- Mueren Breuer y Abraham. Publica la Autobiografía.
1926- Ultima reunión con el Comité de los siete anillos. Conoce a Albert Einstein.
Publica “Inhibición, Síntoma y Angustia”
1927- Publica “El porvenir de una ilusión”
1928- Publica “Dostoyevsky y el parricidio”
1929- Publica “El malestar en la cultura”
1930- Recibe el Premio Goethe. Muere Amalia, su madre.
1932- Rompe con Ferenczi.
1933- Fallece Ferenczi. Se inician las persecuciones nazis. Quema de libros en Berlin. Los nazis toman el control de la Sociedad Alemana de Psicoterapia. El nuevo editor de su órgano de difusión, el Zentralblatt für Psychoterapie, es Jung, quien se une a H. Göering en 1936.
1936- Festeja su 80° aniversario y sus bodas de oro con Martha.
1938- Austria
es invadida por los nazis. La casa de Freud es visitada por la
Gestapo. Los Freud obtienen un permiso de salida.
Primera edición alemanade “Moisés y el monoteísmo”.
1939- Fallece Freud, el 23 de septiembre.
12. Bibliografía
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A. (1951).El sentido de la vida. Barcelona, Edit. Miracle.
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CHERMAMA, R. y VANDERMERSCH, B: “Diccionario de Psicoanálisis”. Amorrortu Editores, 2004
FACHINELLI E. Y PIERSANTI, F: “Freud y Pavlov” Edit. Centro Editor de América latina, 1971
FREUD, S: “Presentación autobiográfica” Amorrortu Editores
FREUD, s: “Moisés y el monoteísmo”, Amorrortu Editores
FREUD, S: “Introducción al psicoanálisis” Tomo V. Trad. Lopez Ballesteros. Iztaccihuatl Editores, Méjico
FREUD, S: “Historia del movimiento psicoanalítico” Tomo XII . Trad. Lopez Ballesteros. Iztaccihuatl Editores, Méjico
FREUD, S: “El porvenir de las religiones” Tomo XIV . Trad. Lopez Ballesteros. Iztaccihuatl Editores, Méjico
FREUD, S: “Epistolario” Ed. Plaza y Janés, 1972
FROMM, E: “El miedo a la libertad” Edit. Fondo de Cultura Económica
FROMM, E: “Etica y Psicoanálisis”. Edit. Fondo de Cultura Económica, 1965
FROMM, E. (1966) “El arte de amar” Bs. As. Edit.Paidós. Cap. II
FROMM, E: Del tener al ser. Cap I y II
FROMM, E. El amor a la vida. Cap IV
FROMM, E:(1990) “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea” Edit. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires
GRUNFELD, FREDERIC V: “Profetas malditos” Edit. Sudamericana-Planeta, 1980
HORNEY , K: (1966) La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Edit. Paidós.
JUNG: Los tipos psicológicos.
JUNG, C.G: “Arquetipos e Inconciente Colectivo” Edit. Paidós, 2008
LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J. B. (1981) Diccionario de Psicoanálisis. Bs. As. Amorrortu.
MILLER JONATHAN y otros: “Freud, el hombre su mundo, su influencia” Ediciones Destino, Barcelona, 1977
ROBERT, MARTHE: “Freud y la conciencia judía”, Ediciones Península, 1976
ROUDINESCO, E: “Freud. En su tiempo y en el nuestro” Edit. Debate, 2015
STEINER, R: “De Viena a Londres y Nueva York. Emigración de psicoanalistas durante el nazismo” Edit. Nueva Visión, 2003
13 Citas
[1] Shtetl, (del iddish) aldea judía. Hace referencia a mucho más que el ámbito geográfico de un poblado, a todo el sistema de vida tradicional y regido por los rituales litúrgicos de los judíos de Europa oriental.
[2] Schlomo: equivalente a Salomon en hebreo.
[3] “Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio. he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.” Reyes 3:3-15
[4] En el mismo establecimiento en el que más tarde cursarían sus estudios secundarios Alfred Adler y Viktor Frankl
[5] Jones, todavía pertenecía a la Universidad de Toronto, Canadá. y A. Brill fue un destacado psicoanalista neoyorquino.
[6] Aunque Adler confesara que la idea de pasar la vida a la sombra del maestro, le generaba horror. (Robert, M. “Freud y la Conciencia judía”,p.181)
[7] Sigmund Freud obsequió a los miembros de este grupo unas piedras que ellos hicieron engarzar en sendos anillos, de allí el nombre del comité. Eran, además de Freud, Otto Rank, Karl Abraham, Max Eitington, Ernest Jones, Sandor Ferenczi, y Hans Sachs.
[8] “Una nación que produjo a Goethe, no puede ir mal”, le dice al embajador americano en Berlìn, W.C, Bullit en 1930; quien tiempo después interviene a su favor en las maniobras para salvarle de la ocupación nazi.
[9] En esta ocasión, Freud dice, con triste ironía “¡Qué progreso están haciendo! En la Edad Media me hubieran quemado a mí; hoy se conforman con quemar mis libros”. Sin imaginar que unos pocos años después hubiesen quemado, también, su cuerpo.
[10] Entre ellos: Marie Bonaparte (que asumió gran parte de los gastos que el permiso requirió); Ernest Jones, W.C. Bullit –entonces embajador en Francia- y el mismo presidente Roosevelt.
[11] Este personaje fue muy admirado por Hitler, que hace un elogio de él reconociéndolo como el maestro de sus años transcurridos en Viena (1902-1912) en su libro “Mi Lucha”.
[12] Matanzas y saqueos populares a barrios y aldeas judías de la Europa del Este, en los que se mataba, vejaba y saqueaba a gente indefensa, bajo la mirada permisiva de la autoridad que no tomaba cartas en el asunto.
[13] En ese año se realizan elecciones en el Reichsrat( parlamento bicameral: cámara de diputados y cámara de los señores) austriaco, siendo von Schonerer electo. Antisemita de izquierda, relaciona racismo con anticapitalismo violento.
[14] “Declaré, movido por la importancia del momento para mis aspiraciones, no haber sido yo quien diera vida al psicoanálisis. Tal merecimiento había sido conquistado por otro, por el doctor José Breuer, en una época en que yo me hallaba entregado a la preparación de los exámenes finales..” S. Freud: “Historia del movimiento psicoanalítico” Obras Completas. Trad. Lopez Ballesteros Tomo XII, p. 139
[15] “Pero habiendo reconocido hace ya mucho tiempo, como destino inevitable del psicoanálisis, el de excitar la contradicción y el disgusto de los hombres, me he decidido a considerarme como el único autor responsable de sus caracteres fundamentales.” S. Freud: Op. cit. p. 140
[16] “La reflexión de que luchaba por una idea nueva y original me consolaba de la mala acogida dispensada q mi teoría de la etiología sexual de las neurosis, incluso en el estrecho vínculo de mis amistades.” S. Freud, Op. Cit, p 145
[17] En una carta a los miembros de la Bnei Brith, del 6 de mayo de 1926, dice: “(…en los años siguientes a 1895)…cuando se hicieron públicos mis impopulares hallazgos perdí la mayor parte de las amistades que tenía en aquella época. Me sentía casi como un proscrito y era evitado por todos.”
[18] S. Freud, “Epistolario1873/1938” P.221.
[19] “A partir de 1902 se congregó en derredor mío un cierto número de médicos más jóvenes, con el propósito manifiesto de aprender, ejercitar y difundir el psicoanálisis” “Historia del movimiento psicoanalítico” Obras Completas. Trad. Lopez Ballesteros Tomo XII, p. 161
Llamativamente, existe una famosa Sociedad de los Jueves, fundada por Vogelsang, teórico socialista cristiano, en que los socialistas cristianos se reunían para atender a su campaña ideológica en contra del espíritu judío de la época.
[20] Freud, S: “Historia del movimiento psicoanalítico”, T.XII, P.195
[21] Freud, S: op. cit. P.205
[22] Adler, A: “El sentido de la vida” p.55
[23] Adler,A. Op.cit. p.54
[24] Carl Gustav Jung, (1875-1961)
[25] En una carta a K. Abraham, en 1908 Freud escribe: “Muéstrese tolerante y no olvide que le es verdaderamente más fácil que a Jung adoptar mis puntos de vista, primero porque usted es totalmente independiente y después porque afinidades de raza le acercan a mi temperamento intelectual. Recuerde también que Jung, cristiano e hijo de pastor, no ha encontrado el camino a mí sino venciendo grandes resistencias. Casi iba a decir que su entrada en la escena del psicoanálisis ha alejado el peligro de ver como esta ciencia de convierte en una cuestión nacional judía.”
[26] Freud, S: “Historia del movimiento psicoanalítico”. Parte III, pg. 183
[27]Nótese que hay un lenguaje de época .
[28]Freud, S: “Introducción al psicoanálisis” T. V p.47
[29] Stanley Hall, A.Brill, incluso Jones, son los que dan credibilidad académica al psicoanálisis en ese país.
[30] K.Horney (1885-1952); H.Stack Sullivan ( 1892-1949); E. Fromm (1900-1980)
[31] Horney fue secretaria de dicha institución, en la década de 1920 y E. Fromm se forma allí como Psicoanalista en el período que va de 1926 a 1928.
[32] Horney, K: “La personalidad neurótica de nuestro tiempo.” P.16
[33] No relaciona neurosis, necesaria y excluyentemente, con la fijación (de la libido) en etapas pregentitales
[34] Horney, K: op.cit. P.21
[35] Fromm, E: “El miedo a la libertad”, P. 54
[36] Fromm, E: op. cit P. 299
[37] Fromm, E: op. cit. P. 55
[38] Fromm, E. “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”
[39] Fromm, E. op. cit
[40] Stack Sullivan, Horney y Fromm cultivaron relaciones personales entre sí.
[41] Filósofo holandés, de origen judío-portugués (1632-1677), conocido por sus tratados teológicos y su teoría ética.
[42] Escritor checo (1883-1924). Conocido por sus obras: “La metamorfosis”, “El proceso”, “El castillo”, entre otros.
[43] Gustav Mahler (1860-1911) Músico y compositor austriaco. Director de la Opera Imperial de Viena. En una ocasión requiere de los servicios profesionales del Dr. Freud, agobiado por su neurosis obsesiva. Freud lo atiende en una única sesión (él estaba de viaje con sus hijos en Holanda) en la que se encuentran en Leiden “ ...Tuve muchas oportunidades de admirar la capacidad de comprensión psicológica de aquel hombre genial” escribe más tarde Freud a Reik, justificando la sesión única.
[44] Escritor austríaco (1881-1942) amigo entrañable de Freud, con quien intercambia una interesante y frondosa correspondencia en los últimos años de ambos. Exiliado primero en Londres, después en Brasil, es conocido por sus obras: “Tres maestros: Balzac, Dickens, Dostoievski”. “24 horas en la vida de una mujer”, entre otras.
[45] Salomon, por su abuelo, traducido como sabio.
[46] Robert, M. op. cit p. 29
[47] En una nota a dicha asociación relaciona su propia naturaleza judía con su obra; “como judío estaba preparado para unirme ala oposición y renunciar a todo pacto con la mayoría compacta”
[48] En una carta a Arthur Schinitzler (dramaturgo vienés), de mayo de 1906 escribe: “Casi me entristece pensar que he tenido que esperar hasta la edad de cincuenta años para oír algo lisonjero”, dejando traslucir su estado de ánimo por esos tiempos.
[49] Thomas Mann, 1875-1955: escritor alemán, premio Nobel de Literatura en 1929, amigo de Freud, tercia por él en 1930 para que le sea otorgado el premio Goethe.
[50] De hecho, sus ancianas hermanas perecen en los campos, después de haber sido deportadas.
[51] Cuando niño, su padre le relata que en una ocasión, aún en Moravia, un hombre le interpela en la calle, gritándole “judío, sal de la acera” y arroja el gorro de piel –distintivo de los judíos de esas latitudes- de Jacob, al barro. El pequeño Sigmund indaga acerca de la respuesta del padre, y éste le cuenta que se limitó a levantar el gorro del barro y alejarse del agresor, sin enfrentarlo. Es quizás este acto lo que posteriormente lleva a Freud a prometerse nunca levantar el gorro del barro. Y de hecho, en ocasiones de haber sufrido circunstancias similares, su actitud es diametralmente opuesta. En el año 1901, sus propios hijos, Martin y Oliver, pescaban en un lago cuando un grupo de personas empiezan a insultarlos por ser judíos. Freud, desde el relato posterior de Martin, sin dudarlo, saltó del bote y se encaminó a la multitud, una decena de hombres muñidos de palos, animados por sus mujeres. Freud levantó su palo y se abrió paso entre los agresores, con furia, quienes optaron por abrirse del camino de los ofendidos.
[52] Carta a Charles Singer, 31 de octubre de 1938
[53] Oliver Cromwell (1599-1658) militar, político y estratega inglés, contribuyó al poderío naval inglés, formó parte del Parlamento y participó en guerras decisivas para su pueblo.
[54] Freud, S: “Historia del movimiento psicoanalítico”. p.180
[55] Guillermo I el Conquistador: (1027-1087) Duque de Normandía y posteriormente, Rey de Inglaterra
[56] Thomas Mann habla de Schopenhauer, Ibsen y Freud; otros de Dostoievsky, Nietzche y Freud; Bergson, Einstein y Freud.
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